lunes, 10 de diciembre de 2012

El pez

De la serie, La Familia Cid Franco- Durrell y otro bichos.
Teníamos un pez luchador precioso, en tonos rojizos y azulados. El pobre enfermó y se fue tornando parduzco y se le iban cayendo trozos de las aletas. Yo lo veía cada día peor y mi pobre Alejandro que siempre ha sido un niño muy sensible y muy amante de los animales sufría mucho al verlo así. Con el fin de acabar con aquello de una vez y no alargar más la agonía del pobre bicho, llamo a mi hermano Arturo, le cuento la historia y me aconseja que lo introduzca en un cacharrillo con agua y cubitos y que pasado un rato lo congele.
Cojo una bolsita, le pongo unos cuantos cubitos y procedo a la eutanasia del pobre animal.
Al día siguiente y dado el mal rato que pasé en ese proceso, le digo a Kike( mi marido): Hazme el favor de tirar el pez al váter, que me da una pena que pa qué pensar en verlo otra vez.- Me dijo que lo hacía él, que no me preocupara y yo ya me desentendí.
Al cabo de los días, había fútbol en la tele. Yo me subí al dormitorio, me puse a ver la tele y Kike se quedó abajo viendo su partido.
Pasado un rato, aparece Kike en la puerta y se produce esta conversación:
-El pez ese que se murió...¿tendría una enfermedad que afecte a los humanos?
-Pues no tengo ni idea.
-Es que...¿sabes que me ha pasado?
-¿Qué te ha pasado?
-Que me he puesto una copa, me he puesto cubitos que había en una bolsa, y al echar el último trago ¿sabes qué había en el fondo del vaso?


martes, 13 de noviembre de 2012

La careta.


Nuestro tío Manolillo de Málaga, más conocido como "Manolillo Bikini"  le regaló a mi hermano una careta de goma que era un horror. Era de estas caretas feas, pero fea, fea. No he visto ninguna tan buena como aquella. Simulaba la cara de un señor calvo con unas greñas rizadas que nacían a la altura de los temporales. Tenía sus verrugas y su arrugas. Un primor, vamos.

Un día de aquellos tan escasos en que mis padres salían, se fueron a bailar a los Jardines Neptuno con los cuñados de una tía mía, y allá que va mi madre y se lleva la careta. Había que haberla visto bailando con mi padre en la pista con  ella puesta. Mi madre bailaba y saludaba a las señoras de las otras parejas que la miraban con estupor.
La que era cuñada de mi tía yo creo que aún se está riendo.

Cuando entró al servicio, la encargada del tocador, que era una mujer muy pequeñita por cierto, casi muere de un infarto al ver a mi madre entrar por las puertas. Tuvieron que estarla tranquilizando durante un buen rato a la pobre.

Y esta, señores, fue la mujer que me educó. ¿ Qué esperabais de mí después de esto?


EL RATÓN

Vivían mis padres en un pisito en la Calle Laurel de las Tablas y un buen día, por la hornilla de carbón apareció un ratoncillo muy gracioso. Asomaba todas las mañanas y como era muy simpático, mi madre le empezó a dar trocitos de queso. El ratón que era muy listo asomaba siempre pidiendo su trocillo de queso y como no podía ser de otra manera, se le puso de nombre Mickey.
El error de Mickey fue contarle a sus amigos lo del chollo que había encontrado y al poco tiempo, la hornilla económica fue invadida poco a poco por una legión de ratones. Ni qué decir tiene, que por supuesto mi madre no encendía la hornilla por no quemar vivos a los ratones que en ella habitaban.
La invasión ratonil empezaba a ser un problema.
Entonces empieza mi padre a idear métodos para dar caza a los ratones que ya campaban a sus anchas por toda la casa. Ni pensar en envenenarlos. Pobrecillos.
El método que más éxito tuvo fue el de la palangana. Ponía boca abajo una palangana de aquellas de porcelana blanca con un filillo azul cobalto sujetándose por uno de los lados con un palito. Al palito se le unía una cuerda y en el otro extremo un trocito de queso. Cuando el ratón cogía el queso, el palito se caía y quedaba atrapado debajo de la palangana con el consiguiente estruendo, fuera la hora que fuera.
Una vez atrapado el ratón en el ingenio, mi padre procedía a guardarlo en una cajita y se iba a un descampado para su liberación.
El método desratizador era muy animalista, pero poco efectivo pues a los ratones les cundía más multiplicarse que a mi padre darles caza.
Al final, muy a pesar de mis padres, tuvieron que poner fin a la plaga por métodos tradicionales, y así acabó la historia del pobre ratón Mickey y su extensa familia.
Cuando me contaron esta historia de pequeña pregunté:- ¿ Y a Mickey lo envenenasteis? - a lo que me respondieron: - Qué va, hija. A Mickey lo  soltamos en el campo.- Y me quedé mucho más tranquila.

martes, 6 de noviembre de 2012


La primera comunión de mamá

Había hecho la comunión hacía poco Rita,  una hermana de una amiga de mi Maripi y el velo ese estaba en mi casa no sé por qué.
Había venido una hermana de mi madre con su familia de los madriles porque estábamos en Corpus. Mis tíos vinieron con un remolque que tenían de esos pequeñitos que normalmente usaban para ir de camping. Mi madre, hablando de cosas de comunión con su hermana, mi tía Estrella, llegan al tema de las fotos. Mi tía Estrella había ido rompiendo todas las fotos de su comunión que iban cayendo en sus manos porque estaba un poco espantosa y estaba diciendo eso cuando mi madre dijo que peor era lo de ella, que ni había tenido vestido, ni fotos ni ná. Entonces se dispone a ponerle remedio al menos a lo del vestido. Se mete en su cuarto, se pone una bata de la peluquería y el velo. Coge el libro de misas de esos de nácar de mi hermana, un limosnero de tul y sale del cuarto de esta guisa. Que risas pa aquí, que risas pa allá, que si vámonos al Zaidín a que me vea Pepe y que se montan en el Renault 8 de mi tío Jaime y se plantan allí. Mi madre, una vez habían llegado, se sube al remolque y mi tío Jaime con todas sus cachazas le da un paseo por una placeta muy grande que había delante de la casa de mi tío. Allí teníamos a mi madre, en lo alto de un remolque y saludando a lo reina de Inglaterra al personal que miraba con estupor y a mi tío Pepe gritando: ¡ Vecinas, vecinas, asomaros!.- Vuelven a mi casa todos, incluyendo a mis tíos del Zaidín.
Una vez en mi casa, mi tío Pepe se quejaba de que tampoco se le había celebrado su comunión como era debido y se puso la ropa del tenis de mi padre y medio calvo como estaba, lo peinó mi madre con la raya en medio como si lo hubiera lamido una vaca. Ahí teníamos a los dos hermanos cogidos de la mano y vestidos de comunión. Mi madre, decide que se quiere hacer unas fotos y nos vamos muchos de los presentes a la Carrera al estudio fotográfico Iris a que se haga sus fotos. Cuando llegamos a Puerta Real, un guardia urbano  no nos dejaba pasar porque había no sé qué por el Corpus y mi madre le dice sacando el misal y el rosario por la ventana: "Es que es mi primera comunión y voy al fotógrafo a hacerme las fotos".- El guardia muy socarrón le pidió un recordatorio y mi madre, refiriéndose a los recordatorios que tenía mi hermana guardados en el librito le dijo: "Es que estos son prestados, pero en cuanto me haga los míos le traigo uno".- Y nos dejó pasar.
Una tía, dándole codazos a la que tenía al lado le dijo con cara maliciosa, como diciendo "con lo vieja que es". ¡ Mira, una novia, una novia"- Mi madre, nuevamente saca su kit de niña de comunión por la ventana y le dice: No señora; es mi primera comunión.
Llegamos al fotógrafo, se hizo sus fotos, ésta y otra que yo no tengo y volvimos a casa.

Este chiste lo puse en la Orden para tratar de explicar a qué me refería yo cuando decía, que cuando caí por las escaleras lo hice como Chochenca. Lo escribí en el hospital y me ayudó Kike (mi marido) con algunos detalles técnicos.

Chochenca, la Paulova de Motril


Había una vez una muchacha que estudió ballet en las mejores escuelas de danza del mundo; Londres, Viena, Moscú... Tal era su talento que se la conocía mundialmente como Chochenca, La Paulova de Motril.
Un día, al acabar una de sus actuaciones, Chochenca, realiza un cabriolet, da un salto en el aire y cae en el suelo haciendo un perfecto spagat con port de bras, o sea, cayendo con las piernas abiertas en el suelo formando un precioso arco con sus brazos. Acaba la función, se cierra el telón y el público enfervorecido aclama a Chochenca-”Chochenca, eres la más grande, Chochenca, bravo, bravísimo, eres maravillosa, (plas plas plas plas) Chochenca”. Se abre el telón, Chochenca seguía de la misma postura y el público se pone en pie y aplaudía dejándose las manos en ello. Se vuelve a cerrar el telón, se vuelve a abrir, y Chochenca seguía así, de la misma postura. El telón se cerraba y se abría y Chochenca no se movía de como estaba. El público se iba aburriendo y se iba marchando. Una de las veces que se cierra el telón, el director de escena le dice a Chochenca: Chochenca, levantate ya del suelo, chiquilla, que ya está bien.- A lo que Chochenca responde: Calla, que al caer me ha hecho ventosa el chocho en el suelo y como me levante arranco toas las tablas del escenario.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La locura de Solete o de cómo la orden se le fue de las manos

Esta primera entrada, se la dedico con todo mi amor a mis hermanicos de la Orden Plúmbea, que aunque ya conocen la tontá ésta de cuento,  son las personas que mejor lo van a entender en el mundo. Es el primero que he pillado porque lo tenía guardado en el escritorio del ordenador. Tratare de recopilar el resto de historieticas, incluyendo las de la Familia Cid-Durrel.

 

LA LOCURA DE SOLETE, O DE CÓMO LA ORDEN SE LE FUE DE LAS MANOS


Todo empezó a perder el aspecto de aparente normalidad el día en que empezó a sentirse identificada con Conchita Barrecheguren. Empezó a ver ciertos paralelismos entre sus vivencias y las de la Santitonta. Su mente se fue perturbando (más) de manera imperceptible; Rechazaba cualquier producto que no fuera granadino. Se dio a beber de manera exagerada sólo cerveza Alhambra Especial y pasó a alimentarse casi exclusivamente de Maritoñis, patatas Conchifrit, habas con jamón, saladillas y ensaladas de granada (sólo en temporada).
Un día sufrió una caída por las escaleras que le produjo una rotura de “peronés”. Los hermanos de la Orden, fueron a su casa en peregrinación para mostrar su cariño a su hermanica que se encontraba postrada en el sofá. Durante esa reunión se apareció El Fundador en su casa y con una imposición de manos obró el milagro de la sanación.
Desde ese día su locura se hacía más y más patente.
Pocos días antes de una intervención quirúrgica que consistía en la retirada del Santo Tornillo de Santa Solete, tuvo un sueño, en que, en un restaurante, los hermanos de la Orden se plantaban delante del resto de los comensales haciendo el saludo secreto plúmbeo para saber si en el local se encontraban hermanos de los llamados “mirones”. Ella lo interpretó como una especie de Epifanía, tanto, que cuando le iban a quitar el tornillo de la pierna , bromeó con el médico utilizando frases de la película “Amanece que no es poco” como es habitual entre los hermanos. A Dios gracias, el médico era muy plúmbeo por su malafollá y ni siquiera sonrió, porque de haber sido así, ella le hubiera hecho el saludo de dicha manera.
A partir de ese día, cada vez iba siendo más habitual que estando en un bar o en cualquier lugar público, a las personas que se le quedaban mirando, sin duda por su increíble belleza, ella interpretaba que habían visto algún rasgo de la hermandad característico y los miraba de manera fija mientras se sujetaba la mandíbula de abajo con la mano derecha esperando encontrar igual respuesta.
Un día, unos hombres vestidos de blanco que viajaban en una ambulancia llegaron a su casa. Ella se disponía a entrar cuando vio que la miraban fijamente. Les hizo el saludo creyendo que se trataba de sus hermanicos.
-¡Ésta es la loca!- gritaron. Y se precipitaron sobre ella intentando inmovilizarla para ponerle una camisa de fuerza.
-¡ La camisica no! ¡ La camisica no!- gritaba ella mientras se retorcía intentado zafarse inútilmente de las manos de los fornidos enfermeros.
Unos sevillanos que pasaban por allí, al oír no sé qué de una camisa se pusieron a cantar.
-No me cosas la camisaaaaaaaa, que me rompió un almonteñooooo.
Ella, al oír esos gritos desaforados y las palmas, sacó, no se sabe de dónde, una fuerza sobre humana y logró escapar de sus captores. Cogió a los sevillanos, les arrancó las cuerdas vocales a través del cuello con sus propios dientes y desapareció por la lejanía mientras reía y gritaba- ¡ Qué cojica estoy! ¡ Qué cojica estoy!- A pesar de su cojera nadie pudo darle alcance. Corría como las locas.
Desde entonces no se ha vuelto a saber más de ella. Se dice que vive escondida en los bosques de la Alhambra y que en las noches de luna llena se la oye gritar “ ¡ Viva la Virgen de las Anguhtiaaaah!”.