domingo, 2 de junio de 2013

SOLETE DE BLANCO



El 8 de mayo de 1977, en la capilla de Nuestra Señora de la Presentación, se confesó por primera vez. Tenía ocho años. Tan claras eran las luces que ya tenía de la gravedad del pecado (…) que cuando terminó de confesarse dijo alegramente a su padre: “¡Qué limpica estoy, qué limpica estoy!”. Y luego añadió muy seria: “Me ha dicho el Padre que en penitencia lo hermanos de la Orden Plúmbea me tienen que llevar a tomarme unas milnoh”. Su padre se quedó de una pieza y su madre le metió un meco que casi le salta una muela y le dijo: “ Como digas más tontas, la comunión te la voy a dar yo, que de la hostia que te meto vas a estar comulgando tres meses”
La noche de su Primera Comunión, como posteriormente se supo, para vestirla de blanco para recibir tan augu
sto Sacramento, le pusieron unos rulos en el pelo de forma que se le clavaban en la carne inocente. La niña calló, y ofreció aquello al Niño Jesús en la primera visita que hacía a su alma. 
¡Ay! Aquello que ella tan generosamente le ofreció, muy pronto fueron seguidos de otras nuevas torturas; tacones, rimel, depilaciones... que empezó a regalar a su amado Niño.
En otra ocasión, tuvieron sus padres que medicinarla con una pócima desagradable al paladar. Su madre, para animarla a que la tomara, le presentó una Maritoñi a fin de endulzarle luego la boca. Mas ella, tomando animosamente la medicina rechazó la Maritoñi diciendo: “No, Maritoñi no, por el Niño Jesús”.
Otro día, siendo muy niña todavía, volvía con su padre del dentista, donde había sido preciso extraerle un diente, pasando el natural sufrimiento y dijo: “Papá llevo una sed más grande...”. Su padre quiso llevarla a que apagara la sed, mas ella añadió sonriendo: “No papá, no; hasta que no encontremos un bar que tenga Cruzcampo. Por la Virgen.”

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